Febrero 2024

Bioestimulación, clave para mitigar el estrés por frío: frutales de hueso en zonas de riesgo

El nuevo invierno en España – Las condiciones cambiantes alteran a nuestros cultivos.

A medida que nos acercamos al final de este invierno, es evidente que ha sido una estación marcada por contrastes climáticos sorprendentes. Durante la primera mitad, experimentamos un frío más intenso en comparación con el año anterior, con un aumento notable en el número de horas frías en toda la península, respecto el mismo periodo del año pasado. Sin embargo, desde finales de enero, las condiciones han sido más propias de primavera, con temperaturas máximas superando consistentemente los 20ºC y mínimas que apenas han fluctuado por debajo de los 10ºC durante un período prolongado. Esta anomalía climática ha abarcado la mayor parte de nuestra geografía.

 

Estas condiciones climáticas excepcionales han desencadenado una serie de efectos en la agricultura, particularmente evidentes en regiones como la Región de Murcia. Aquí, hemos presenciado un adelanto significativo en la floración de muchas variedades de frutales de hueso, y en particular de melocotón, un cultivo de gran importancia económica y extensión territorial. Aunque la cantidad de horas frías requeridas para el desarrollo óptimo de estos árboles se haya cumplido, las temperaturas, más cálidas de lo habitual para esta época del año, han alterado el ciclo fenológico natural. Esto significa que, a pesar de haber acumulado las horas frío necesarias, las fechas «normales» de floración se han visto adelantadas, manteniendo a los árboles en un estado de latencia más corto del esperado. Este cambio no solo puede influir en la calidad de la floración, sino que también aumenta la susceptibilidad de los cultivos a las bajas temperaturas y heladas, exponiéndolos a un mayor riesgo de daño.

 

Ante la amenaza de episodios de bajas temperaturas y heladas, es esencial implementar estrategias de preparación específicas para proteger los cultivos de frutales de hueso. Estos árboles son particularmente sensibles a las condiciones climáticas extremas, por lo que es crucial tomar medidas preventivas para minimizar el impacto negativo en su desarrollo y producción. En este sentido, es fundamental comprender las técnicas y herramientas disponibles para proteger los cultivos y garantizar su salud y rendimiento óptimos en situaciones adversas.

 

Si bien es posible mitigar o incluso reducir el daño causado por el frío en los cultivos, es importante reconocer que existen situaciones en las que las medidas de protección pueden resultar insuficientes. Factores como la intensidad de la helada, la humedad relativa y las condiciones climáticas subsiguientes, junto con el estado fenológico de los árboles, desempeñan un papel crucial en la determinación del impacto final en los cultivos. En algunos casos extremos, incluso con el uso de herramientas físicas, o los bioestimulantes, puede no ser suficiente para preservar la producción o evitar consecuencias negativas, incluso para la siguiente temporada agrícola. Es fundamental comprender la complejidad de estos factores y estar preparados para enfrentar desafíos inesperados en la protección de los cultivos contra el frío.

 

 

¿Cómo está afectando de forma específica a los frutales y cómo las plantas tratan de adaptarse?

Entre los diversos cultivos de frutales de hueso, el melocotonero destaca por su particular susceptibilidad al daño provocado por las heladas. Su sensibilidad se ve acentuada durante etapas críticas de su ciclo de desarrollo, como desde la primera floración hasta el momento en que los frutos son aún pequeños. Además, se observa que esta vulnerabilidad se incrementa considerablemente cuando se presenta una situación de meteorología cálida seguida por una noche de heladas. Estas condiciones específicas hacen que el melocotonero sea uno de los cultivos más expuestos a los riesgos asociados con las fluctuaciones extremas de temperatura durante su período de crecimiento y maduración.

 

El daño celular causado por las heladas puede manifestarse de dos formas distintas. Por un lado, está el daño directo, que ocurre cuando se forman cristales de hielo dentro del protoplasma de las células, un fenómeno conocido como congelación o helada intracelular. Por otro lado, encontramos el daño indirecto, que se produce cuando se forma hielo dentro de las plantas, pero fuera de las células, denominado helada extracelular. La formación de hielo intracelular conlleva una ruptura mecánica de la estructura protoplasmática de las células, lo que puede tener consecuencias devastadoras para la salud de la planta. La magnitud del daño asociado a la congelación intracelular está directamente relacionada con la rapidez y la intensidad del enfriamiento antes de que se produzca la congelación. Sin embargo, hasta el momento, existe poca o ninguna evidencia que sugiera que la duración de la congelación tenga un impacto significativo en la extensión del daño celular.

 

El daño directo por congelación intracelular está estrechamente ligado a un enfriamiento rápido del tejido vegetal. Sin embargo, las plantas han desarrollado varias estrategias para tolerar las bajas temperaturas y minimizar los efectos negativos de las heladas. Una de estas estrategias es la capacidad de tolerar la congelación extracelular, que implica reducir la cantidad de hielo formado mediante un aumento de la concentración de solutos en el protoplasma celular. Además, las plantas pueden tolerar un mayor grado de desecación gracias a la plasmólisis del protoplasma, lo que les permite mantener la integridad celular durante condiciones de frío extremo.

 

Otro mecanismo de defensa importante es el aumento de la permeabilidad de la membrana plasmática para evitar la congelación intracelular. Esta adaptación ayuda a prevenir daños estructurales y funcionales en las células vegetales durante períodos de temperaturas frías. Además, una adecuada nutrición vegetal desempeña un papel crucial en la protección contra el estrés causado por las bajas temperaturas. Por ejemplo, el potasio (K) puede regular el potencial osmótico de la célula, reducir la concentración de electrolitos y disminuir el punto de congelación de la solución celular, lo que ayuda a proteger a la planta de los efectos nocivos del frío.

 

Por otro lado, el calcio (Ca) también juega un papel importante en la reducción del estrés relacionado con la peroxidación lipídica y el daño en las membranas celulares. Además, el calcio puede aumentar la actividad de enzimas antioxidantes y mejorar la capacidad de la planta para resistir el estrés causado por las bajas temperaturas. En resumen, estas adaptaciones fisiológicas y estrategias nutricionales son fundamentales para ayudar a las plantas a sobrevivir y prosperar en condiciones de frío extremo y proteger los cultivos contra los daños causados por las heladas.

 

 

Propuesta de valor de Atlántica Agrícola ante estos inviernos cambiantes.

En relación con los mecanismos de defensa y estrategias nutricionales mencionadas anteriormente, en Atlántica Agrícola presentamos una amplia oferta de bioestimulantes y bioactivadores que se adaptan a distintas circunstancias climáticas y fisiológicas. Vale la pena resaltar el papel específico de algunos aminoácidos clave que proporciona Crucero® en la protección de las plantas contra el daño por frío. Algunos de estos aminoácidos esenciales y péptidos bioactivos desempeñan un papel fundamental en la síntesis de proteínas y en la respuesta de las plantas al estrés. Se ha demostrado que pueden aumentar la tolerancia de las plantas al frío al mejorar la estabilidad de las membranas celulares y al regular la actividad de enzimas antioxidantes. Además, pueden actuar como un agente osmorregulador, ayudando a las plantas a mantener su equilibrio hídrico durante los períodos de estrés por frío y minimizando la pérdida de agua de las células.

 

Por otro lado, Crucero® también tienen propiedades antioxidantes, que pueden ayudar a neutralizar los radicales libres generados durante el estrés oxidativo inducido por el frío. Desempeñando un papel importante en la regulación del metabolismo celular y en la síntesis de glutatión, un antioxidante clave en las células vegetales.

 

Así mismo, productos como Archer® Osmocare (glicina betaína y ácidos orgánicos) y Archer® Force (aminoácidos y ácidos orgánicos específicos), son una fuente de glicina betaína y otros osmoprotectores orgánicos que se encuentra naturalmente en una variedad de organismos, incluidas las plantas. Se ha demostrado que la glicina betaína desempeña un papel crucial en la protección de las plantas contra el estrés abiótico, incluido el daño causado por el frío. Cuando las plantas están expuestas a condiciones de frío extremo, como las heladas, pueden experimentar una serie de efectos negativos, como la deshidratación celular y la ruptura de las membranas celulares debido a la formación de cristales de hielo. La glicina betaína actúa como un osmolito compatible, lo que significa que puede acumularse en las células vegetales y ayudar a mantener su estructura y función durante condiciones de estrés.

 

Una de las principales funciones de la glicina betaína es proteger las proteínas y las membranas celulares de los daños causados por el frío. Cuando las plantas están expuestas a temperaturas bajas, la glicina betaína ayuda a estabilizar las proteínas y las membranas celulares, evitando así su desnaturalización y deterioro. Además, la glicina betaína también puede ayudar a regular el equilibrio osmótico dentro de las células, lo que contribuye a mantener la turgencia celular y prevenir la deshidratación.

 

Además, los ácidos orgánicos tienen propiedades que pueden ayudar a las plantas a recuperarse y a resistir mejor las condiciones adversas asociadas con las bajas temperaturas, actuando como un agente estabilizador de membranas, lo que ayuda a mantener la integridad de las células vegetales, reduciendo el daño causado por las heladas.

 

Por último, el uso de Fitomare®, bioestimulante formulado a base de concentrado de algas (Ascophyllum nodosum), es un potente aliado para mejorar el metabolismo vegetal frente a situaciones con distintos tipos de estrés, gracias a su formulación potenciada por NPK, Boro, Molibdeno y aminoácidos.

 

En la búsqueda continua de soluciones para proteger los cultivos contra los efectos adversos del frío, los extractos de algas Ascophyllum nodosum, se presentan como una herramienta de gran interés. Estas algas, conocidas por su abundancia en nutrientes y compuestos bioactivos, han demostrado tener efectos beneficiosos en la resistencia de las plantas al estrés abiótico, incluidas las bajas temperaturas.

 

La aplicación de extractos de algas Ascophyllum nodosum ha mostrado resultados muy positivos en la mitigación del daño por frío en los cultivos. Estos extractos actúan de varias maneras para fortalecer la tolerancia de las plantas al frío extremo. Por un lado, contienen una amplia gama de moléculas con acción fitohormonal, antioxidantes y compuestos bioactivos que pueden mejorar la capacidad de las plantas para resistir las condiciones adversas. Además, se ha constatado que estos extractos estimulan la actividad de enzimas antioxidantes en las plantas, lo que ayuda a reducir el daño oxidativo causado por el frío.

 

Al integrar los extractos de algas Ascophyllum nodosum en las estrategias de bioestimulación para proteger los cultivos contra el daño por frío, los agricultores pueden beneficiarse de planteamientos holísticos, más sostenibles.

 

En conjunto, desarrollar un manejo bioestimulante con productos como Crucero®, Archer® Osmocare, Archer® Force o Fitomare®, puede ser una parte clave de la respuesta de las plantas para poder contrarrestar el estrés por frío. Su aplicación adecuada puede ayudar, además, a optimizar determinados requerimientos fisiológicos específicos del cultivo (cuajado, desarrollo del fruto, fijación de Ca, formación de tejidos, etc.), mejorando así su potencial productivo y la calidad de la cosecha.

Iván Navarro (Dpto. I+d+i) y Pablo Muñoz (Dpto. Técnico)

Volver